miércoles, 25 de enero de 2017

MAESTRO COMO FORMADOR Y CULTOR DE LA VIDA

INSTITUCIÓN EDUCATIVA ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE MARÍA

PROGRAMA DE FORMACIÓN COMPLEMENTARIA
SEMESTRE UNO
                                                          
FUNDAMENTACIÓN PEDAGÓGICA UNO

NIDIA MARÍA VARGAS RENDÓN

MEDIADOR PEDAGÓGICO NÚMERO UNO

MAESTRO COMO FORMADOR Y CULTOR DE  LA VIDA

TIEMPO: DIEZ Y OCHO  HORAS

ENERO 23 A FEBRERO 10 DE 2017

METAS DE APRENDIZAJE DEL ÁREA

Analizar desde su rol de maestro/a en potencia la responsabilidad social que posee para la formación de las  nuevas generaciones.
Reconoce sus potencialidades, habilidades y  expectativas con relación a sus metas para convertirse en  maestro consolidando su  proyecto de vida profesinal 
Reconoce los alcances de la pedagogía como el saber que dinamiza los procesos formativos del ser humano.
Apropia  algunos conceptos articuladores de la pedagogía enriqueciendo su solvencia pedagógica.
Ubica la pedagogía en la historia y la relaciona con otras ciencias.Reconoce la importancia de un sistema legal para los procesos educativos de un país
Apropia elementos propios de la pedagogía y la didáctica

TEMÁTICAS A DESARROLLAR

·         La misión social del maestro
·         El maestro en Grecia
·         El maestro de la Modernidad a las Posmodernidad
·         El maestro Contemporáneo
·         Paradigmas que pueden orienta la ética del docente

INDICADORES  DE DESEMPEÑO DEL MEDIADOR

·         Reflexiona en torno a la importancia del maestro en la contribución de los procesos formativos, educativos y de enseñanza que permite las transformaciones sociales.

·         Reconoce el rol social del maestro en diferentes momentos de la historia

 ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS DE INICIO

Conversatorio desde el  texto “Martes a la quinta hora o la clase de gimnasia “de Yolanda Reyes

Evocación:
Recordar  los maestros/as haya impactado la vida, desde aspectos positivos o negativos, compartir  la experiencia a los compañeros.

ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS    PARA ACTIVAR SABERES PREVIOS:

Cada estudiante en el cuaderno a través de un símbolo, dibujo o situación ¿Con que puedes comparar el rol del maestro?

Por equipos leen el siguiente texto y cada uno explica el avatar o la analogía a los demás compañeros.

Avatares
Analogías en búsqueda de la comprensión del ser maestro
(Lic. en Literatura y Magíster en educación Fernando Vásquez  Rodríguez)


Antes de empezar a desarrollar este abanico de analogías alrededor del maestro, creo oportuno precisar el sentido de avatar o avatára. Según escribe María Moliner, un avatar, en sentido estricto, es “cada una de las diferentes encarnaciones de los dioses indios, y por extensión, fase o aspecto nuevo de una cosa cambiante”. Me interesa resaltar, de una vez, ese rasgo de transformación constante, propia del avatar; ese aspecto de cambio, de muda, de asumir varias facetas para distintos fines. No sobra recordar que Visnú, para poder mantener el mundo dentro de la estabilidad, tuvo que acudir precisamente a sendos avatares; primero fue pez, luego tortuga, también jabalí, hombre, león o enano… En todo caso, si empleo este título es porque creo que no hay una única manera de ser maestro. Y ni siquiera, en un mismo educador, se puede concebir una única encarnación, una sola manifestación. La piel del maestro está en constante transformación. Y en esa cualidad, además de posibilitarme una mitología o una poética, entreveo una enseñanza profunda, por no decir necesaria, sobre todo en estos tiempos, y en este país, donde nos es tan fundamental aprender a convivir aceptando las diferencias.
El maestro como Partero
                Esta analogía es de herencia socrática. El maestro partero, el que ayudará a dar a luz la posibilidad para que la vida se de en plenitud. No el maestro que da la vida, sino el que crea las condiciones para que la vida sea. Una especie de medio entre la noche de lo informe y la reciente forma repleta de luz. El maestro partero, sin temor al contagio; vencedor de ascos sangrasas imprevistas. El partero, siempre dispuesto, pues uno nunca sabe cuándo la vida a bien tiene o desea aparecer, el maestro partero, decidido, capaza de forzar un parto o de dar la palmadita necesaria para que el aire llegue a los pulmones del alumno. Partero porque está presente, a las afueras, al lado, al borde, para asistir, para ayudar, para jalar o dar ánimos, para recibir entre sus manos la hermosa fragilidad de una vida nueva, reciente y aún tibia. Aunque no sobra advertir el riesgo que corre el maestro partero: en lugar de propiciar la vida, puede convertirse en comadrón para la muerte.
El maestro como Sembrador
                Ahí está la semilla, el alumno, y ahí también la tierra, el medio o el escenario propio para que este apetito de vida germine. Nazca. Educar, entonces, parece ser una tarea de cultivo, de labranza. Y el punto final –la cosecha- es conseguir que el alumno semilla sea fruto, que él mismo se convierta en fuente de vida para otras vidas. Salta a la vista: la analogía recoge un rumor de parábola cristiana; dependiendo de dónde caiga la semilla, así el resultado. Aunque, pensándolo mejor, también es esencial la habilidad, el pulso, el olfato del sembrador para saber dónde sembrar o poner la semilla. De otra parte, la analogía invita a pensar en una idea de trato directo, de contacto cuerpo a cuerpo. Cada sembrador debe estar frente a su parcela, frente a su cultivo. Pareciera que la analogía propusiera una interacción mano, tierra, semilla… Entonces, untarse de tierra o untarse de tiza viene siendo como la misma cosa. Se desprende de esta analogía toda una serie de asociaciones con el trabajo del maestro: la idea de algo que merece ser cuidado permanentemente, de la deshierba oportuna, del abono y de la prevención; del preparar la tierra, del arado; pero, además, de algo que está sujeto también a los avatares del clima o del viento. Hay una zona de azar que por más que el sembrador quiera controlar, escapa a sus deseos. Y otro punto altamente azaroso: a veces, por querer podar la planta, por quererla limpiar de maleza, el sembrador termina por cortar su esencia.
El maestro como Pastor
                Por supuesto, la analogía tiene hondas raíces bíblicas. El maestro como aquel de cuida su rebaño, sus alumnos. El que protege, el que sabe atender la dificultad pero, sobre todo, el que logra reconducir a la oveja descarriada, a la oveja perdida. En este caso, la analogía del maestro está muy cercana a la del guardián de una moral, al conductor de almas, al que sabe mantener en armonía, en su redil, los corderos, los espíritus puros acechados por lobos de diversa pelambre y condición. Es evidente el tono paternal, como de ángel protector, que atraviesa esta analogía del maestro como pastor. Y piénsese, además, cuánto hay de sacrificio: se trata de ofrecer todo por mantener a salvo el rebaño. Aún más, esta cuota de sacrificio, propia del pastor, desemboca en otra condición, la de la vocación, tan cercana al sacerdote, la enfermera o el soldado. Desde luego, el maestro pastor obedece a una misión superior: si protege y cuida su rebaño es porque se sabe instrumento de un designio divino, de un ideal o una utopía trascendente. Cuánto hay de apostolado en esta forma de concebir la tarea del maestro y, por ende, cuánto hay de riesgo: el pastor, que puede llegar a ser un salvador, igualmente puede convertirse en mártir.
El maestro como Artesano o Escultor
                La analogía nace de la relación con la talla, con la idea de dar forma. El maestro esculpe al alumno; como pensaba Miguel Ángel, va quitando el excedente para que quede sólo su esencia. Esculpir, formar. En esta analogía prima el papel de la mano. Se trata de trasladar a una materia (por lo general informe, difusa), una impronta, una figura. Pienso ahora en la riqueza plástica de esta analogía. Evoco la arcilla, la greda que va asumiendo la forma que el artesano desea prodigarle. Pienso en el proceso, y en esos pasos de húmedo a seco a través del calor. Dar forma, modelar. Y asocio también, a través de la analogía, el escenario del taller, el taller del ceramista o del escultor. Esta tarea de dar forma demanda ciertos escenarios apropiados, ciertas herramientas, ciertos materiales. Todo maestro escultor tiene un taller, y el taller tiene que ver con el modelaje, con un saber hacer, con una inteligencia práctica, con un producto… El maestro que esculpe, que forja, más que hablar, actúa. Y en esa gestualidad reposa la esencia de su trabajo. El maestro –parece enseñarnos la analogía- toma una materia difusa, oscura, genérica, para otorgarle un cuerpo, un nombre, una particularidad. Claro, con la aspiración o la esperanza de la perpetuidad, pero con el peligro de que sea a su imagen y semejanza.
El maestro como Actor
                Se trata de una puesta en escena. De un auditorio y de una fábula. Se trata de una acción que se quiere representar. Se trata de una acción que se quiere representar. Se trata de producir catarsis, bien sea a través del temor o la compasión… Ahora, sale el maestro a escena. Empieza la actuación. Su palabra, sus gestos, su cuerpo, todo ello contribuye a que la pieza, la clase, cumpla mejor su cometido. Nada es gratuito: ni el decorado, ni los efectos, nivel vestuario. Todo obedece a las leyes de la acción dramática. Los alumnos, vistos desde esta analogía, son espectadores, pero espectadores que forman parte de la obra. El maestro actor interactúa con ellos, pero no se confunde. El sabe de su papel. También los alumnos conocen cuál es su momento, cuál su rol. Por instantes el maestro bordea la tragedia; en otros, se asoma a la comedia. Entre la risa y el llanto el maestro actor va logrando la compenetración, la empatía, mueve afectos, sentimientos, pasiones. El maestro actor establece puentes de afectividad. Pero todas esas estrategias van encaminadas a que el alumno, desde esa seducción propia de lo escénico, se reconozca. Se trata de que el alumno tenga sus propios reconocimientos, sus propias agniciones. De que, a través de la obra representada por el maestro, pueda descubrir su propia condición, su propia historia. La obra está al frente suyo para que le sirva de espejo; esa representación, hecha por el maestro, busca poner al alumno frente a sí mismo. Claro, no siempre como actor dramático; a veces el maestro, para alcanzar su cometido, debe parecerse mucho a un payaso… Señalemos que el riesgo, sustancial a esta analogía, es que el alumno se fascine sólo con los accesorios del espectáculo, o que al maestro actor lo único que le interese sea el aplauso. Recordemos que para que la acción dramática sea valiosa, se requiere que la actuación del maestro sea creíble, verosímil.
El maestro como Puente o Escalera
                Digamos que esta analogía descansa en la idea según la cual el maestro viene siendo como un instrumento mediador, como un ser capaz de poner en contacto dos realidades distantes o extrañas. Esta tarea de mediación nos advierte que el maestro es apenas un facilitador, un instrumento para la comunicación o la comunión. Es un canal. A través de él, las aguas se intercomunican, las distancias se acortan. El maestro puente o escalera asume las características de un traductor, de un intérprete, es decir, de un ser capaz de poner en un lenguaje accesible para todo lo que lee en otra lengua sólo legible para algunos. Traductor, porque posibilita el encuentro, porque propicia el diálogo entre mundos disímiles. Veo en esta apología una vigorosa fuente para entender al maestro como mediador de diferencias, como negociador de heterogeneidades. No el puente para la homogeneización, sino la mediación para que lo diverso siga siendo entendido como riqueza. Aunque no sobra señalar que según ciertas tradiciones las escalera sólo sirven en tanto uno se pone en comunicación con algo, después hay que abandonarlas u olvidarse de que existieron.
El maestro como Faro, Brújula o Estrella Polar
                La analogía está repleta de remembranzas marinas o recuerdos de caminantes errabundos. El maestro faro sirve de luz, de guía para que las naves –alumnos- no se pierdan entre la noche, entre la fuerza de las olas y el sin rumbo de la oscuridad. El maestro brújula sirve de orientación, de punto de referencia, de signo, de flecha, de ruta a seguir. Los alumnos, entonces, son como viajeros inexpertos y temerosos que van caminando a tientas, y el maestro viene siendo como el timonel, como el capitán que puede vislumbrar peligros entre la niebla, el que no se arredra ante el canto de las sirenas o las tormentas de arena. Y puede incitar a la aventura, precisamente, porque él ya recorrió esos caminos, él ya hizo el viaje; por eso puede conducir a otros in perder el rumbo; el maestro brújula ya transitó, ya conoció esos lugares, ya sabe de las náuseas y las fiebres palúdicas, de los espejismos y los ruidos de la noche. De allí, que el maestro estrella polar, el maestro faro, está repleto de historias, de experiencias. Es un viejo narrador de cuentos, de anécdotas, en donde él mismo es protagonista de tales odiseas. Todas esas imágenes colaboran para que el maestro sea entendido como la cabeza visible, como el Moisés o el líder, como aquel capaz de señalar el camino más indicado, el camino más idóneo. En síntesis, el maestro estrella polar no nos deja perder en la inmensidad del desierto o en el insondable y vasto mar. Tal ventaja, al mismo tiempo, trae consigo un riesgo: en tanto brújula, el maestro sólo señala el norte, no se desvía, no cambia, mantiene una posición…

El maestro como Anfitrión que ofrece un banquete
                La analogía busca resaltar la relación que hay entre enseñar y dar de comer; entre educar y ofrecer una mesa repleta de toda clase de alimentos. Parece justo explicar que el maestro viene siendo como el anfitrión del banquete, el que prepara las viandas y las dispone en la mesa. Obvio, se trata de ser un anfitrión exquisito, de no perder ningún detalle, de fijarse tanto en el sabor como en el color y el constaste de los diversos platos al estar frente a los ojos del alumno. Es fácil percibir cómo desde esta analogía, educar se asemeja a ofrecer un repertorio de platos, un menú que, dependiendo del hambre y lo9s diversos gustos, dependiendo de los ritmos y las formas de comer de los convidados, así será su degustación o su placer. Y si en otras analogías se privilegiaba la figura paterna, la figura protectora, acá prima más la figura de la madre: nuestro primer pan de caliente savia blanca, nuestro primer banquete tomado entre el calor de un seno y las voces cariñosas. Hay una preferencia maternal en esta analogía al tomar como modelo la vida, la fuerza de la especie. Educar y nutrir parecen corresponderse. Aunque debemos tener presente que no siempre el alumno desea comer y que, muchas veces, hay que obligarlo a consumir ciertos alimentos, so pena de un crecimiento endeble o un raquítico desarrollo humano. Según lo anterior, el albur del maestro anfitrión oscila entre “elija lo que quiera” y “abra la boca”.
El maestro como Ladrón del Fuego
                En este caso la relación procede de Prometeo, el héroe griego que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. Siguiendo la analogía, maestro es aquel que proporciona algo a alguien que no lo tenía o que ni siquiera sospechaba que existía. La analogía es hermosa porque sugiere ese robo que el maestro debe hacer, previamente, para poner a disposición de otros una chispa, una lumbre, un pequeño sol, a través o mediante el cual los alumnos puedan ir descubriendo nuevas y originales maneras de pensarse e incidir en su entorno. Ese fuego que el maestro trae es un fuego liberador. Toda una serie de imágenes suscita inmediatamente la analogía. El fuego como símbolo de la luz sobre la oscuridad de la ignorancia: el fuego como potencia liberadora del conocimiento ante la esclavitud de los prejuicios y las supersticiones. Pero hay otra cosa que me parece enormemente sugerente: el fuego como un robo a los dioses, la educación como una manera de socializar algo vedado, como un ejercicio de democratización del saber, de amplitud de horizontes y ruptura de hegemonías. Una educación como práctica democrática, como posibilidad de acceso a los arcanos, a las esferas celestes, al empíreo del conocimiento. Sin embargo, no olvidemos la suerte que corrió Prometeo. Recordemos la escena: Prometeo amarrado a la cima del monte Cáucaso, con un buitre que le devoraba las entrañas durante treinta mil años. Y para que el suplicio fuera más terrible, la parte devorada se renovaba constantemente… Hay un riesgo en esto de ser maestro. No en vano se puede desafiar a los dioses. El poder tiene más de un Olimpo…

El maestro como Guardián de la Tradición
                Así como Elías Carietti pensaba que el poeta era el guardián de las metamorfosis, bajo la lente de esta analogía el maestro es el guardián de la tradición. En este sentido, educar es asumir un legado, una herencia espiritual, una cultura. Parece apenas evidente la responsabilidad del maestro con el pasado, con lo que solemos considerar como “sagrado”, con nuestras mayores conquistas como seres simbólicos. La analogía señala en el maestro una tarea de custodio o de vestal, de guardián de los más esenciales valores de una comunidad. Tal labor de salvaguarda, de protección, convierte a la educación en una tarea con profundas implicaciones éticas y políticas. “¿Quién puede ser maestro de virtud?”, preguntaba Platón en el Protágoras. Si analizamos bien el asunto, desde esta analogía el maestro se debe a un juramento inicial; hay un orden de cosas, unos principios, que le interesa preservar y que, además, termina por jalonarlo y determinarlo. El educador, parece sugerir la analogía, es un guardián del orden. De un orden espiritual, desde luego. Pero esos principios, al asumirlos como forma de vida, terminan por volverse tradición. Esa tradición que ha sido nuestra conquista sobre la inmediatez, esa tradición que ha permitido considerarnos hermanos o hijos de una misma ciudad, esa tradición que a veces toma el nombre de cuadro o sinfonía, de verso o novela, de película o de libro. Esa tradición que está antes de nosotros y que nos fue dada como legado, y que si no fuera por la tarea del maestro deberíamos volver a reconstruirla toda, íntegra, desde cuando estábamos a gatas tratando de colocar una impronta en las cavernas. Sin embargo, y esto también hay que indicarlo con igual fuerza, siempre existe un riesgo: que el maestro guardián sólo sea un carcelero de la tradición.
El maestro como Oráculo
                Pienso que la analogía, en este caso, tiene un gran componente de la filosofía oriental. De esas prácticas de enseñanza en donde no importan tanto las respuestas como la calida de las preguntas. Creo que todos conocemos el sentido del oráculo: él no da respuestas claras, obvias, inmediatas. El oráculo señala. Se trata de que uno mismo vaya encontrando las posibles soluciones ante ciertas pistas enigmáticas proferidas por el oráculo. El maestro, así entendido, apenas sugiere, no da todo, no ofrece soluciones; más bien multiplica las preguntas, afirma la duda, complejiza lo que parecía simple. Es bien sugerente la analogía. Entre otras cosas, porque un no llega al maestro oráculo sin una pregunta, sin un problema. No es que el maestro venga a uno, sino que uno va hacia él, lo busca, a veces hasta tiene que caminar largos trechos o ir a otra tierra. Y ya, cuando está frete al oráculo, justo después de formular nuestros cuestionamientos, debe uno aprender a escuchar el silencio, hilar indicios, mirar hacia adentro, ponerse en actitud completa de aprendiz. Cuando uno está ante el maestro oráculo debe recordar esa frase que está escrita en un árbol de la isla de La Corola, en la Laguna de La Cocha: “El bosque tiene su propia música. El silencio aquí es un millón de sonidos”. Luego entonces, la tarea del maestro no consiste tanto en responder como en dejar de decir; no se trata de satisfacer sino de propiciar la carencia. Las sentencias del maestro oráculo están hechas para deshabitarnos, para ponernos en actitud de desalojo interior. Aunque, vale la pela señalar una advertencia: no sierre los que hablan con oscuras palabras son maestros oráculos. A veces se trata de meros charlatanes.
                Las analogías pueden seguir multiplicándose: el maestro como mago o como profeta; el maestro como seductor o como anciano sabio. Avatares: cambios, mutaciones, metamorfosis, variaciones. El maestro como partero, como anfitrión o sembrador; el maestro escalera, actor, faro o escultor; el maestro ladrón del fuego, guardián de la tradición, o el maestro oráculo. Variedades. Como quien dice, este abanico de transformaciones del ser maestro, este sentido de mudar de semblante o cambiar de aspecto, nos pone de nuevo en el inicio: para mantener el mundo dentro de la estabilidad, a Visnú no le bastó asumir el avatar de pez o de tortuga; por momentos debió ser Rama, el héroe del hacha que libera al mundo de la opresión, y otras, tan solo fue Rama, el héroe de Ramayana, desterrado a la selva y ahíto de amor por Sita, el mismo que aprendió del simio Hanuman, el hijo del viento, ese don para escoger el momento oportuno para cada asunto. Porque, en últimas, la calidad del maestro depende de elegir el avatar conveniente según su intención y la necesidad de cada alumno.


ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS PARA CONCEPTUALIZAR Y / O APROPIAR LAS TEMÁTICAS:

Leer el texto EL MAESTRO COMO FORMADOR Y CULTOR DE LA VIDA

Remolina De Cleves, Nahyr; Velásquez, Bertha Marlén; Calle M., María Graciela. Tabula Rasa, núm. 2, enero-diciembre, 2004, pp. 263-281
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Bogotá, Colombia


Puesta en común y aclaración de dudas de los principales elementos del texto

Trabajo en equipo y desde Prensa Escuela representar el maestro en perspectiva Griega,  Moderna,  Posmoderna y Contemporánea

ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS PARA LLEVAR A LA PRÁCTICA:

Plantear la  propia analogía del maestro. Comparte el escrito con tus compañeros. (Nota de seguimiento)

Escribe una carta al maestro/a que más te haya impactado en tu niñez o adolescencia

Entrevista a un maestro/a sobre su función encontrando en su discurso elementos que propone la perspectiva Griega,  Moderna,  Posmoderna y Contemporánea (Nota de seguimiento)


 ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS PARA EVALUAR LAS COMPETENCIAS:

Bitácora Pedagógica: 

En la que se evidencia la apropiación conceptual del tema, capacidad argumentativa e inferencial de lo escuchado en la entrevista, además la capacidad de expresar en público sus trabajos realizados con seguridad en sí mismo


RECURSOS

BIBLIOGRÁFICOS : TEXTOS A ABORDAR
AVATARES
Analogías en búsqueda de la comprensión del ser maestro (Lic. en Literatura y Magíster en educación Fernando Vásquez  Rodríguez)

EL MAESTRO COMO FORMADOR Y CULTOR DE LA VIDA
Remolina De Cleves, Nahyr; Velásquez, Bertha Marlén; Calle M., María Graciela Tabula Rasa, núm. 2, enero-diciembre, 2004, pp. 263-281  Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Bogotá, Colombia.

MARTES A LA QUINTA HORA O LA CLASE DE GIMNASIA. Del texto “El terror de sexto “B” de Yolanda Reyes



RECICLABLES COMO LA PRENSA

HUMANOS: MAESTROS A ENTREVISTAR


ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS PARA FORTALECER, PROFUNDIZAR O MEJORAR LAS COMPETENCIAS


Elaboración y puesta en escena de un monólogo, eligiendo una época y expresando las fortalezas del maestro en ese momento histórico y lo que de ella se puede abordar hoy

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